Vete y no vuelvas nunca
Pocas veces se me ha apachurrado el corazón al ver una película como cuando escuché por primera vez a Alfredo decirlo a Totó: ¡Vete!, vete y no vuelvas nunca. Y si algún día te da nostalgia y regresas, no me busques.
Spoiler Alert.
Cinema Paradiso es mi película favorita, con sólo escuchar el tema principal, el ojo me empieza a temblar. Si no han visto esta obra maestra de Giuseppe Tornatore, detengan todo, dejen de trabajar y ponganle play.
La película trata sobre la entrañable relación entre Totó, un pequeño amante del cine de y Alfredo, un viejo mentor que trabaja como proyectos y responsable del cine del viejo y pequeño pueblo de la provincia italiana en donde ambos viven.
Al pasar el tiempo, Totó se convierte en adolescente y decide salir a buscar su destino, amante del cine, sabe que tiene qué salir del pueblo para buscar oportunidades y su propio camino. Justo antes de partir, Totó se acerca a Alfredo y éste, en un tono serio y enojado, tomando a Toto por el cuello de la camisa lo despide con esta desgarradora frase:
No regreses, no pienses en nosotros, no llames, ni escribas, no te dejes engañar por la nostalgia, ¡Olvídanos! Si regresas, no quiero que me busques…hagas lo que hagas, ámalo.
La primera vez que vi esta escena no la entendí por completo, creí a Alfredo se comportaba de forma cobarde, que realmente era una mala persona o que probablemente estaba resentido por no lograr lo que Totó estaba haciendo, sin embargo, con el tiempo entendí la profunda bondad que las palabras de Alfredo ocultaban en su aparente rudeza.
La melancolía traiciona, la nostalgia, aunque buena compañera de copas, en dosis excesivas nos puede llevar a tomar malas decisiones.
Creo que las intenciones de Alfredo seguramente tenían dos propósitos, el primero, evitar que Totó cediera a la tentación de volver. extrañar es inevitable, pero a veces el miedo a dejar los conocido nos impide continuar el viaje o peor aún, nunca comenzarlo.
Por otro lado, Alfredo sabía que la única forma de encontrar el potencial de Totó sería dejando el pueblo, esta decisión transformaría al joven profundamente por lo que regresar siendo la misma persona, sería un despropósito.
Al paso de los años, Totó volvió, transformado, con otra visión del mundo y con una gran vida recorrida. Volvió como otra persona, siendo fiel a las palabras de Alfredo de nunca volver. ¿Era necesario no llamar u olvidar? No lo creo.
La gran lección es que todo viaje o toda gran decisión es una gran renuncia, en los negocios se le llama “costo oportunidad”, aquel en el que incurrimos al dejar de hacer algo.
Viajar es desplazarse y abandonar el sitio presente, en la mayoría de los casos implica una enorme apuesta, dejar todo lo conocido por la promesa de que el camino nos dará mucho más de lo que tendríamos si nos quedáramos.
Yo no sé si la decisión de irse reside totalmente en la valentía, yo, como Totó, decidí dejar mi pueblo y aunque no hubo un alfredo que me dijera “no vuelvas”, lo cierto es que nunca regresé siendo la misma persona, quien fui alguna vez dejó de existir con los días y los meses, con la experiencia acumulada.
Por supuesto que extrañé, que volví y que llamé, lo sigo haciendo y aunque el largo viaje me privó de momentos importantes y trascendentes para mi gente y mi familia, el camino me ha dado mucho más de lo que imaginé. Ahora, mi propósito es multiplicar el valor y las bendiciones que encontré en el viaje, para quienes me vieron partir y para quienes encuentre en el camino.
Creo que a eso se refería Alfredo, a que todo viaje trascendente, toda búsqueda nos debe de transformar y si regresamos, al menos siendo los mismos después de un tiempo, entonces el viaje no habrá valido la pena. Los lugares no cambian tanto como nosotros y si abandonamos un lugar, debe de ser sólo para cambiar, florecer y generar aún más valor, riqueza, vida y belleza a nuestro alrededor. La regeneración a veces implica sacrificio.